Comentario
De Túvose vista de la otra isla poblada. Dícese cómo se huyeron de la nao tres indios, y lo que más pasó
Ya se iba navegando, cuando cierta persona de la almiranta dijo a voces al capitán que se fuese a buscar la isla de Santa Cruz. El capitán dijo a esto, que de las naos se habían de poner las proas, como luego fueron puestas, al sudeste con ánimo de seguir aquel y otros rumbos, pues tenía bastantemente agua y leña hasta hallar lo que buscaba. Diónos Dios Noroeste, el viento tan propio para este intento cuanto suena.
Navegando se iba con poca vela, por ser noche y camino no conocido, cuando al cuarto del alba se arrojó a la mar un indio, que por mozo, alto y brioso, de buen rostro y gentil talle, lo cudició el capitán para la nao en que iba: diéronle voces llamándole, y como si él entendiera, le dijo un hombre: --Vuelve a la nao, no te ahogues; mira que te engaña el diablo. ¿Por qué pierdes tanto bien cuanto te aguarda?: y como llevaba otro intento, no curando de palabras tan mal entendidas dél, se fue nadando a la isla de que estaba tres leguas al parecer.
Seguimos nuestro camino, y a tres días, una tarde vimos lejos una isla: paramos aquella noche, y cuando día dimos vela en su demanda; y estando cerca, el otro indio compañero, que no era menos mozo, ni menos gallardo y dispuesto, sin poder ser estorbado dio consigo en la mar y así quedó como si fuera una boya. Al punto que en ella estuvo, no curando de voces ni amenazas con grande desenvoltura, como si estuviera en pie dentro del agua, desnudó una camisa que llevaba y con velocidad increíble se fue nadando a la isla, a donde entiendo llegaría presto, por cerca y por barlovento. Diose aviso al almirante de la fuga de los indios, para que a los dos que tiene pusiese a mejor recaudo.
Con sólo intento de saber si esta isla estaba poblada la íbamos costeando, cuando por una larga playa que allí había vimos ir corriendo indios a juntarse con otros que nos estaban capeando. Embarcóse el almirante en el botiquín por ver la gente que era: los indios hicieron señas con grandes muestras de amor saliesen los nuestros a tierra, y visto que no quisieron, aunque más lo porfiaron, dieron una manta de finas palmas y noticia de otras tierras; y despedidos los nuestros con pena mostrada de ellos, se quedaron en aquella soledad mirando a nuestras naos hasta que los perdimos de vista.
Los nuestros estaban muy alegres de la vista de la isla, y mucho más por ser su gente tan buena, cuando del almiranta el uno de sus dos indios, que era un alto, robusto y fuerte hombrazo, se arrojó a la mar: en breve espacio se apartó un grande trecho. Echóse fuera el botiquín; mas el capitán hizo tirar una pieza en señal se recogiese, por ser pequeño bajel para seguirle y fácil para trastornarle aquel determinado indio, que con gran furia iba nadando a la isla, de que estaba dos leguas a sotavento.